Trasladarnos a vivir a las áreas rurales no sólo es positivo, es inevitable

La doctora en Psicología y profesora de la Universidad Europea, Mariola Fernández, resalta que el contacto con la naturaleza reduce el estrés, pero advierte sobre el posible aislamiento en zonas menos masificadas

 La vida fuera de las grandes ciudades está ganando cada vez más adeptos, especialmente desde el auge del teletrabajo. Más allá de la calma que se asocia a los entornos naturales, vivir en áreas rurales puede ofrecer ventajas medioambientales y beneficios para la salud mental. Sin embargo, también plantea retos importantes en cuanto a transporte, infraestructura y adaptación social.

“Las ventajas ambientales de mudarse al ámbito rural deben plantearse cuidadosamente para no generar mayor contaminación ni un exceso de desplazamientos”, explica José Luis Esteban Penelas, catedrático de Arquitectura de la Universidad Europea. Según el experto, uno de los riesgos de esta tendencia es la creación de nuevas “ciudades paralelas” sin una planificación adecuada. “No se trata de la cantidad de gente que se muda, sino de cómo se hace. Si se respetan los postulados urbanos y se integra la tecnología limpia, el impacto puede ser mínimo”.

Además de los aspectos ambientales, el cambio de ritmo de vida en zonas menos masificadas ofrece ventajas psicológicas. De acuerdo con Mariola Fernández Sánchez, doctora en Psicología y profesora de la Universidad Europea, el estrés urbano se ve potenciado por factores como “la sobreestimulación sensorial (ruido, tráfico) y la sensación de falta de control”. En contraposición, en áreas rurales, la incidencia de estrés crónico tiende a reducirse gracias al contacto directo con la naturaleza y a un ritmo de vida más pausado. “Caminar en entornos verdes puede disminuir los niveles de cortisol y mejorar el estado de ánimo, tal como recogen varios estudios, entre ellos los realizados sobre el ‘baño de bosque’ en Japón”, apunta la doctora.

Sin embargo, mudarse fuera de la ciudad no es una solución mágica para el bienestar. Puede conllevar desafíos como el aislamiento social, la limitada oferta de servicios o la dependencia del vehículo privado. Según Esteban Penelas, “la movilidad en zonas rurales depende en gran medida de cómo se impulsen los nuevos medios de transporte no contaminantes, como la tecnología de hidrógeno, y de la planificación del transporte público”. En el plano emocional, Fernández Sánchez subraya la importancia de “investigar y planificar el cambio” antes de llevarlo a cabo. “No todo es idílico. Es clave ser realista con las limitaciones y buscar estrategias que favorezcan la integración en la comunidad para evitar la sensación de soledad”, añade.

De cara al futuro, ambas perspectivas —la ambiental y la psicológica— coinciden en que la vida en el entorno rural se consolidará si se lleva a cabo con respeto al medio y con consciencia de las necesidades sociales. “Se perfila un nuevo habitante urbano-rural que combina lo mejor de ambos mundos”, asegura el catedrático de Arquitectura. Por su parte, la doctora en Psicología recomienda, además de un buen análisis previo, cierta flexibilidad y apertura para adaptarse a un estilo de vida diferente: “Cambiar de entorno puede ser una oportunidad maravillosa para redescubrirse y priorizar el bienestar, pero requiere paciencia y adaptación”.

Carlos Pablos | Universidad Europea 

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