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Greenpeace coloca montañas de residuos en el centro de Madrid contra la sobreproducción de las marcas en el Black Friday

  • Bajo el lema “Hecho para tirar”, activistas de la organización denuncian el impacto del consumismo alentado por las empresas especialmente en días como este
  • El Black Friday es un momento de sobreconsumo que ejerce una elevada presión sobre los recursos naturales del planeta y genera una gran cantidad de desechos
  • Gobiernos y empresas deben cambiar el modelo de producción ya que el actual profundiza la crisis climática y de pérdida de biodiversidad

Coincidiendo con la celebración del Black Friday, activistas de Greenpeace han “devuelto” al núcleo comercial de Madrid cuatro grandes montañas de residuos para denunciar el impacto del consumismo alentado por las empresas. Bajo los lemas “Hecho para tirar”, “Sus beneficios, tus desperdicios”, “Las marcas nos están consumiendo” y “Black Friday destruye el planeta”, junto a las montañas de ropa, tecnología, plásticos y cartones de envíos, la organización denuncia la basura generada por aquellas compras que la industria “obliga” a la ciudadanía a hacer en momentos de sobreconsumo como el Black Friday. En ellas también se muestran las condiciones sociales y laborales que genera esta elevada producción de residuos sin sentido.

“El Black Friday no va de quien necesita comprarse una lavadora porque no llega a fin de mes. El Black Friday es el ejemplo pernicioso de cómo las marcas nos incitan y obligan a comprar un pantalón más, cuando ya tenemos seis iguales en el armario. Es un día de excusa que han creado las marcas para deshacerse de su elevada producción”, ha declarado Celia Ojeda, responsable de Biodiversidad de Greenpeace. “Esta sobreproducción de existencias que las marcas no son capaces de vender en el Black Friday o en otro momento consumista acaba en vertederos, incineradoras o exportada a otros países”.

Con esta acción, Greenpeace pide que el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) aplique estrictamente el artículo 18 de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular (6) (la conocida como “ley de plásticos”), en el que se indica que: “Queda prohibida la destrucción o su eliminación mediante depósito en vertedero de excedentes no vendidos de productos no perecederos tales como textiles, juguetes o aparatos eléctricos, entre otros, salvo que dichos productos deban destruirse conforme a otra normativa o por protección del consumidor y seguridad. Dichos excedentes se destinarán en primer lugar a canales de reutilización, incluyendo su donación, y cuando esto no sea posible, a la preparación para la reutilización o a las siguientes opciones de la jerarquía de residuos, respetando el orden establecido en el artículo 8”.

El Black Friday representa el pico del momento consumista, que acaba reflejado en un alto coste ambiental: un elevado uso y una preocupante contaminación del agua, pérdida de biodiversidad y de suelos, impacto negativo en la calidad del aire y en las emisiones. Nuestro sistema económico funciona a una velocidad tal que serían necesarios 1,8 planetas como la Tierra para reponer los recursos naturales que nuestro actual ritmo de consumo destruye. En el caso de España, necesitaríamos dos planetas para sostener nuestro ritmo de consumo. Este patrón, del que depende en gran medida la economía actual, tiene graves consecuencias para nuestra salud y la del planeta. Por ello, es necesario invertir esta tendencia si queremos mantenernos en el objetivo de evitar que la temperatura global se eleve más de 1,5 ºC.

Greenpeace saca a la luz uno de los impactos ambientales ocultos de este momento consumista, dónde acaban todas aquellas mercancías que se producen y no se compran: terminan tiradas en vertederos, a veces exportadas a vertederos de terceros países o incineradas. Si, además, estos productos contienen sustancias tóxicas, estas acaban contaminando el suelo, los acuíferos y el aire. Por ejemplo, en el caso de los textiles en España, se estima que cada año en torno a 990.000 toneladas de productos textiles van a parar a los vertederos. Por el contrario, las tasas de reciclaje textil siguen siendo muy bajas: solo entre el 10 % y el 12 % de los residuos textiles post-consumo se recoge por separado para su reutilización y/o reciclado, y menos del 1 % de la producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir, con el mismo uso o similar (1).

En el caso de la tecnología, España es uno de los países que más basura electrónica genera, con 888.000 toneladas métricas en 2019 y más de 960.000 toneladas métricas en 2020. La acumulación de basura eléctrica y electrónica puede alcanzar los 74,7 Mt (millones de toneladas) en 2030 en todo el mundo. Esto supone que, si no se realizan acciones para parar esta tendencia, los datos prácticamente se doblarán en un periodo de 16 años (2030) (2). La gestión inadecuada de los residuos electrónicos agrava el calentamiento global, ya que, si estos no se reciclan, no pueden sustituir materias primas ni reducir los gases de efecto invernadero que se producen de su extracción.

En todo el mundo, menos del 1 % de las prendas se reciclan y convierten en ropa nueva (3). Los productos no vendidos o devueltos se destruyen de forma rutinaria. Se calcula que los productos destruidos en Europa en 2020 colocados uno tras otro darían la vuelta al mundo 1,5 veces (4). Por tanto, cuando llega el final del ciclo de la moda y se tiran prendas que contienen sustancias químicas peligrosas es inevitable que contaminen, que acaben en el camión de residuos textiles que se lleva a incinerar o se envía al vertedero cada segundo (5). El daño ambiental se multiplica si, además, esas prendas tienen compuestos tóxicos como demuestra el reciente informe sobre la marca Shein.

“Dada la crisis planetaria del clima y de la biodiversidad, además de la recientemente añadida crisis de las sustancias químicas (7), es obvio que no podemos permitirnos seguir con este sistema loco y destructivo. Debemos exigir un cumplimiento de la legislación y que las empresas cambien su modelo limitando su producción, diseñando productos de más calidad y durabilidad, evitando la obsolescencia programada y evitando el sobreembalaje de elementos de un solo uso. Es necesario potenciar una verdadera economía circular que se base en la reparación y la reutilización, y no en celebrar el consumismo”, ha declarado Ojeda.

Celia Ojeda-Martínez | Greenpeace

El sobreconsumo del Black Friday amenaza al clima y la naturaleza

A cuatro días de la celebración del Black Friday, Greenpeace recuerda las enormes consecuencias climáticas, ambientales y sociales del sobreconsumo generado en días como ese. Para ello, la organización pone a disposición de los medios datos sobre los impactos ambientales y sociales, analizando sus consecuencias y ofreciendo alternativas a este consumo desenfrenado. En el apartado Sobreconsumo: La amenaza para el clima y la naturaleza se analizan los datos obtenidos del Grupo de Trabajo III del IPCC, que explora el “lado de la demanda” (1), es decir, lo que impulsa el consumo y las emisiones de gases de efecto invernadero. Todo ello muestra el insostenible ritmo de consumo y cómo las corporaciones exprimen el planeta.

“Vivimos en un planeta con recursos limitados. Sin embargo, nuestro sistema económico funciona a un nivel que serían necesarios 1,8 planetas como la Tierra para satisfacer nuestro actual ritmo de consumo. Este patrón de consumo, del que depende en gran medida la economía actual, tiene graves consecuencias para nuestra salud y la del planeta. Por ello, es necesario invertir esta tendencia, si queremos tener la oportunidad de mantenernos por debajo de 1,5 ºC (2)”, dijo Celia Ojeda, responsable del área de biodiversidad de Greenpeace.

El actual ritmo de sobreconsumo, ejemplificado en fechas como el Black Friday (y otras muchas como el Cyber Monday), implica un elevado derroche de materias primas, de agua potable y de energía. Esto tiene graves consecuencias en el medioambiente, como la destrucción de hábitats, como bosques y océanos, o una elevada cantidad de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, producidos por este uso de energía procedente de combustibles fósiles y del transporte de todos estos productos. A lo que se añade la elevada generación de residuos, principalmente por dos aspectos: los desechos de materiales de un solo uso procedentes del embalaje como plásticos o cartones y las materias primas no utilizadas o los productos ya hechos que no se han vendido o se desechan tras un corto uso y que terminan en vertederos o en incineradoras, contaminando el aire, el agua y el suelo.

“Las consecuencias ambientales del actual ritmo de consumo son devastadoras. Desde sequía, contaminación del agua potable, contaminación del aire a través de las emisiones, destrucción de suelos y pérdida de biodiversidad. Hay que tener en cuenta que estamos consumiendo por encima de los límites planetarios. Actualmente consumimos a un ritmo 1.7 más rápido de los que la Tierra necesita para regenerarse. En España consumimos a un ritmo dos veces más rápido de lo que necesitaríamos para regenerar nuestro medioambiente. Es decir, que necesitaríamos dos planetas para mantener el actual ritmo de consumo en España”, declaró Ojeda.

Algunos datos:

  • Las ciudades, que actualmente consumen más de dos tercios de la energía del mundo y representan más del 70% de las emisiones globales de CO2 (3).
  • Desde 2015, las ventas del Black Friday han aumentado un 10-20% cada año. A este incremento hay que añadirle un cambio de patrón en el consumo, a partir de 2019, donde se incrementó la compra on line.
  • Este año 2022 se estima que el gasto on line crecerá en torno al 25% según un estudio elaborado sobre Webloyalti, pese a la situación de crisis e inflación que estamos experimentando (4).
  • Los artículos más vendidos durante este evento son: moda, calzado y complementos, electrodomésticos, aparatos electrónicos y teléfonos móviles, aunque estos últimos tienen su pico en Cyber Monday.
  • Moda rápida. La moda rápida es un peligro para el planeta. Según datos de la ONU, solo para producir unos vaqueros se necesitan 7.500 litros de agua, el equivalente al agua que una persona bebe durante siete años. El consumo de agua de la moda rápida es de casi 8 millones de metros cúbicos anuales y es responsable del 20 % de la contaminación industrial de agua (5).
  • Desde el año 2000 se ha duplicado la producción de ropa mientras que su uso ha disminuido un 36 %. Se estima que más de la mitad de la moda rápida que se produce, se tira en menos de un año, acabando el 73 % incinerada o en vertederos. El uso cada vez más extendido de fibras sintéticas hace que la ropa libere más de medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico. La industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales.
  • Residuos electrónicos. Solo en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos a nivel global y solo el 17,4% de estos se recogieron y reciclaron (6). En España, se generaron, solo en 2019, 888 millones de kilos (kilotones) de residuos electrónicos, 19 kilos por persona (7).
    Obsolescencia programada. Según la European Environmental Bureau (EEB), la obsolescencia programada y el consumismo electrónico nos cuesta 48 millones de toneladas de CO2 al año. Si la vida útil de nuestros aparatos electrónicos se extendiese solo un año más, podríamos ahorrar cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año hasta 2030, equivalente a eliminar dos millones de coches de las carreteras europeas cada año (8).
  • Obsolescencia programada. Según la European Environmental Bureau (EEB), la obsolescencia programada y el consumismo electrónico nos cuesta 48 millones de toneladas de CO2 al año. Si la vida útil de nuestros aparatos electrónicos se extendiese solo un año más, podríamos ahorrar cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año hasta 2030, equivalente a eliminar dos millones de coches de las carreteras europeas cada año (8).

Ayer concluyó la cumbre contra el cambio climático COP27, en la que se abre un hilo de esperanza, ya que finalmente se aprobó un Fondo para Pérdidas y Daños que podría significar en inicio de la Justicia climática. Sin embargo, para alcanzar los objetivos, España necesita reducir sus emisiones de efecto invernadero aún más, por lo menos hasta un 55 % en 2030 con respecto a las de 1990, más del doble del 23 % que es el objetivo actual y para ello es vital la reducción del sobreconsumo. Para lograrlo, habría que: prohibir o limitar  la publicidad comercial de empresas contaminantes en ciudades, como lo han hecho Ámsterdam, Londres y Grenoble; luchar contra el greenwashing, prohibir la quema de productos no vendidos, promover una verdadera economía circular, que no solo se base en el reciclado; luchar contra la obsolescencia programada y/o introducir alternativas como  «distritos de fabricantes» y «cafés de reparación» en las ciudades, en lugar de nuevos centros comerciales, algo que también ayudaría a los ciudadanos a reducir y reutilizar antes de comprar algo nuevo. Para ello es fundamental que los Gobiernos municipales y los Gobiernos nacionales apliquen estas medidas.

“Las impactantes imágenes de las cada vez más frecuentes aglomeraciones multitudinarias en los centros comerciales de todo el mundo durante el Black Friday, son alarmas que deben hacernos ver cómo las marcas se han apoderado de nuestras vidas y hemos pasado de ser humanos a consumidores. Nuestras posesiones materiales no deben definir ni nuestra identidad ni nuestra valía, a pesar de lo que diga el último anuncio de televisión o un post de influencers en Instagram. El consumo excesivo de bienes y servicios nos lleva hacia la extinción porque exacerba la crisis climática y de la naturaleza. Podemos tomar las riendas de nuestro destino si los Gobiernos empiezan a trabajar seriamente por el clima y la biodiversidad, si las empresas cambian radicalmente su modelo y fomentan alternativas y una verdadera economía circular. Esto hará que la población empiece a consumir menos y mejor”, concluye Ojeda.

Celia Ojeda-Martínez | Greenpeace

Frente al Black Friday de la escasez, un Día sin Compras con abundancia de alternativas

Un año más Ecologistas en Acción se suma al Día sin Compras, una jornada de huelga simbólica de consumidores que se organiza, desde 1992, en todo el mundo en contraposición al Viernes Negro (Black Friday) y el Ciberlunes (Cyber Monday).

Procedente de Estados Unidos, el Viernes Negro, prolongado al Ciberlunes de rebajas en la compra por Internet, se ha convertido en una de las jornadas más consumistas del año a nivel global, impulsada por el lanzamiento de ofertas para incentivar las compras y comenzar la campaña navideña. Por el contrario, el Día sin Compras se propone como un día para reflexionar y cuestionar el actual modelo de producción y consumo que muestra claros síntomas de agotamiento, a la vez que resulta incompatible con el contexto de crisis climática.

Este año, tanto la campaña del Black Friday como la posterior de navidad se van a desarrollar en un contexto de escasez material sin precedentes cercanos, por problemas de suministros que muestran la falta de resiliencia del sistema de producción y consumo que no es capaz de responder a una situación de dificultad.

Los problemas de suministro están ocasionados por diversas causas, como cierta reactivación de la demanda tras la pandemia a la que las cadenas de producción aún no se han adaptado, pues además éstas cuentan con una gran especialización territorial y están diseñadas para distribuir inmediatamente lo producido y minimizar el almacenaje. Pero el discurso oficial esconde otro factor, y es que muchos estudios científicos muestran que estamos llegando a los límites de disponibilidad, tanto de distintos materiales, como de diversas fuentes energéticas.

Sin embargo, este es el factor de mayor importancia, pues aunque la corrección del resto puede contribuir a estabilizar la situación, la escasez a la que nos vamos a enfrentar, tanto de petróleo como de diversos materiales empleados en las cadenas de producción, hacen vislumbrar un futuro en el que estas situaciones se repetirán mostrando que el modelo de consumo continuo e ilimitado es incompatible con un planeta que es finito.

En cualquier caso, se trata de un sistema insostenible ambientalmente por su dependencia de los combustibles fósiles y su incidencia sobre el clima, el impacto de la extracción de materias primas o la generación de residuos. Pero también es insostenible socialmente, pues se basa en la reducción máxima de los costes laborales, con su incidencia sobre las trabajadoras y los trabajadores, y que contribuye a la concentración de la riqueza al quedar controlado por gigantes como Amazon, expulsando a miles de pequeñas/os productoras/es y comerciantes.

El éxito de modelos como el de Amazon se asienta en alentar un consumo compulsivo, de productos procedentes de cualquier parte del mundo, con un solo clic que, obviando los impactos, permite poder disponer del bien en unas pocas horas y a bajos precios.

Este modelo necesita fechas como el Black Friday y el Cyber Monday, donde el consumo se vuelve aún más voraz e innecesario, impulsado por grandes ofertas e importantes campañas publicitarias con mensajes que asocian la compra de productos a añorados momentos de felicidad. Sin embargo, ese efímero momento de satisfacción que genera la compra no contribuye a ninguno de los aspectos de nuestra vida vinculados a la felicidad. Estudios como los de Grant y Terman concluyen que la calidad de las relaciones sociales es el principal ingrediente para lograrla, por lo que se mantiene una constante espiral de insatisfacción.

Por todo ello, hay que ser consciente de que con las pautas de consumo se contribuye a configurar la sociedad actual, por lo que se debe elegir si se quiere seguir alimentando un modelo, representado por la codiciosa sonrisa de Amazon, que acentúa la crisis climática, a la vez que, en un contexto de escasez, concentra aún más la riqueza en unas pocas manos.

Ecologistas en Acción trata de que el Día sin Compras sirva como toma de conciencia sobre la necesidad de dar un giro radical a un sistema que debe crecer continuamente para generar riqueza, que se manifiesta en un modelo de consumo compulsivo, y que ignora los límites físicos del planeta. De acuerdo a ello, se propone una reflexión sobre las verdaderas necesidades y la forma de satisfacerlas, poniendo en valor aquellas formas de consumo que contribuyan a hacerlo de una forma más justa y sostenible.

En consecuencia, desde Ecologistas en Acción se propone lo siguiente:

  1. Combate la compra compulsiva, la única opción para enfrentar la grave situaciín actual es reducir los niveles de consumo, buscando satisfacer las verdaderas necesidades materiales e ignorando y combatiendo los estímulos al consumo que se reciben continuamente. De esta manera, además, se puede contribuir a satisfacer otras necesidades no materiales, dedicando parte del tiempo que ocupa el consumo a estar con los seres queridos.
  2. Cubrir las necesidades básicas sin comprar. Es la solución más sostenible: reparar, intercambiar, compartir, crear… Existen diversas alternativas colectivas como talleres de reparación, tiendas gratis, mercadillos o cooperativas de trueque, pero también hay otras formas de actuar a menor escala, como intercambiar ropa con una amiga o un amigo, juguetes con los que no juega la niña/o con una de sus amigas/os…
  3. Si se necesita comprar un producto, apoyar la producción local y al pequeño comercio y de proximidad. De esta manera se reduce el impacto producido por el transporte de larga distancia, pero también se apoya a pequeñas/os productoras/es y comerciantes, contribuyendo a un mejor reparto de la riqueza.
  4. Aplicar criterios de compra sostenible y justa. Los productos ecológicos tienen menor impacto ambiental y los de comercio justo mejor repercusión social, aunque para que estos no se vean minorados es importante recurrir a canales de distribución cortos y justos, como grupos de consumo, tiendas de comercio justo, mercadillos de productores o supermercados cooperativos. También se puede participar en los mercados sociales existentes en distintos territorios, que forman red de producción, distribución y consumo que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.

El lado oscuro de la fiesta del consumismo

  • Greenpeace denuncia las consecuencias climáticas, ambientales y sociales que tiene el elevado consumo que se genera en Black Friday

Frente al bombardeo de mensajes que incitan a comprar compulsivamente en Black Friday, Greenpeace recuerda sus consecuencias climáticas, ambientales y sociales. La organización ecologista las ha recopilado bajo el nombre de Black Friday. Día negro para el planeta, donde incide en datos sobre el insostenible ritmo de consumo y cómo las corporaciones exprimen el planeta. Así como en las alternativas y demandas empresariales y gubernamentales para que el consumo sea sostenible.

El actual ritmo de sobreconsumo, ejemplificado en fechas como el Black Friday (y otras muchas como el Ciber Monday), implica un elevado consumo de materias primas, de agua potable y de consumo de energía. Esto tiene graves consecuencias en el medioambiente: destrucción de hábitats, como bosques y océanos; elevada cantidad de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, producidos por este uso de energía procedente de combustibles fósiles y del transporte de todos estos productos. A lo que se añade la elevada generación de residuos, principalmente por dos aspectos: los desechos de materiales de un solo uso procedentes del embalaje como plásticos o cartones; y las materias primas no utilizadas o los productos ya hechos que no se han vendido o se desechan tras un corto uso, que terminan en vertederos o en incineradoras y contaminan el aire, el agua y el suelo.

“Greenpeace denuncia que Black Friday destruye el planeta por el elevado consumo que nos incitan a hacer. La publicidad consumista, la búsqueda exponencial de beneficios de las grandes empresas, la obsolescencia programada, la globalización, las moda rápida y la apuesta casi inexistente por la reparación, el intercambio u otros modelos por parte de los gobiernos hacen que compremos muchos más artículos nuevos de los que necesitamos, y de los que el planeta puede proporcionarnos”, señala Celia Ojeda, portavoz de Greenpeace. “El planeta no está en oferta, el verdadero precio son las consecuencias climáticas y la pérdida de biodiversidad. Y eso no sale en la etiqueta. Detrás de un producto barato, hay un alto coste”, añade.

Algunos datos:

  • El uso actual de los recursos naturales es de media mundial 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar. Este promedio global está muy descompensado, si el mundo entero consumiese como EE UU, serían necesarios hasta cinco planetas; en Australia, 4,1; Corea del Sur: 3,5; Rusia 3,3. España consume al año 2,5 planetas, manteniéndose en la media de la Unión Europea (1).
  • Desde 2015, las ventas del Black Friday han aumentado un 10-20% cada año. A este incremento hay que añadirle un cambio de patrón en el consumo a partir de 2019 donde se incrementó la compra on line.
    En 2019, el 33% de los consumidores españoles afirmó que realizaría compras para aprovechar el Black Friday. En 2020 esa cifra subió hasta el 40% (2).
  • Los artículos más vendidos durante este evento son: moda (53% de las personas encuestadas), calzado y complementos (39%), electrodomésticos, aparatos electrónicos, y teléfonos móviles (35%) (3).
  • En 2019, solo la producción, el embalaje y el transporte de todos los productos que se compraron en Madrid durante el Black Friday fueron responsables del 1,7% de las emisiones anuales de la ciudad: el 81,11% de las mismas debido a la producción y comercialización de los productos. Esas emisiones serían equivalentes al carbono almacenado en 211 hectáreas de bosque templado, o como si cada habitante del planeta hubiese deforestado 4 m2 de bosque templado.
  • Moda rápida. La moda rápida es un peligro para el planeta.
    Según datos de la ONU, solo para producir unos vaqueros se necesitan 7.500 litros de agua, el equivalente al agua que una persona bebe durante siete años (4). El consumo de agua de la moda rápida es de casi 8 millones de metros cúbicos anuales y es responsable del 20 % de la contaminación industrial de agua.
    Desde el año 2000 se ha duplicado la producción de ropa mientras que su uso ha disminuido un 36%. Se estima que más de la mitad de la moda rápida que se produce, se tira en menos de un año, acabando el 73% incinerada o en vertederos.
    El uso cada vez más extendido de fibras sintéticas hace que la ropa libere más de medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico.
    La industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales.
  • Residuos electrónicos. Solo en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos a nivel global y solo el 17,4% de estos se recogieron y reciclaron (5). En España, se generaron solo en 2019 888 millones de kilos (kilotones) de residuos electrónicos, 19 kilos por persona (6).
  • Obsolescencia programada. Según la European Environmental Bureau (EEB), la obsolescencia programada y el consumismo electrónico nos cuesta 48 millones de toneladas de CO2 al año. Si la vida útil de nuestros aparatos electrónicos se extendiese solo un año más, podríamos ahorrar cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año hasta 2030, equivalente a eliminar dos millones de coches de las carreteras europeas cada año (7).

El Black Friday representa el pico de consumo en la sociedad consumista. Un sistema que comienza en las ciudades, ya que hoy en día el 55% de la población mundial vive en zonas urbanas y se espera que esta cifra aumente hasta casi el 70% en 2050 (8) y el consumo en las ciudades (directa e indirectamente) causan el 70% de todas las emisiones globales de gases de efecto invernadero (9). Por ello, Greenpeace recalca que las ciudades, las empresas y las personas tienen que cambiar para conseguir frenar estas emisiones.A medida que las ciudades sigan creciendo, también lo harán estas cifras. Por esto es necesario que las ciudades y sus habitantes estén a la vanguardia de los esfuerzos para hacer frente a la emergencia climática y la crisis económica y para lograrlo, se debe realizar un cambio en los hábitos de consumo. Reinventar la forma de comprar y consumir.

El mundo necesita ahora más que nunca una visión audaz que esté respaldada por la acción. Por ejemplo, prohibiendo o limitando la publicidad comercial de empresas contaminantes en ciudades, como lo hicieron Ámsterdam, Londres y Grenoble o con la introducción de “distritos de fabricantes” y “cafés de reparación” en las ciudades, en lugar de nuevos centros comerciales, algo que también ayudaría a los ciudadanos a reducir y reutilizar antes de comprar algo nuevo. Para ello es fundamental que los gobiernos municipales y los gobiernos nacionales tomen medidas para limitar la producción, prohibir la quema de productos no vendidos, promover una verdadera economía circular que no solo se base en el reciclado y luchar contra la obsolescencia programada.

Así mismo, las empresas deben cambiar su modelo de producción lineal de manera radical y basarse en una economía circular real, que fomente alternativas como la reducción, la reparación, la reutilización y la segunda mano antes que solo el reciclaje. Además se debe empezar a primar a aquellas empresas que realmente tienen una producción sostenible y no solo realizan greenwashing.

“Necesitamos restablecer los hábitos generales de consumo, comprar menos y comprar mejor. Es fundamental reducir la cantidad que consumimos colectivamente; fomentando la reutilización, la reparación y el intercambio, con acceso a talleres y tiendas de cambio en todas las ciudades. El reciclaje es el último paso en la larga vida útil de un producto. Esto reduciría la presión sobre las materias primas y reduciría el desperdicio” concluye Ojeda. “Por último, queremos mandar el mensaje de ‘si no lo necesitas, no lo compres’ para pedir que se consuma, produzca y compre de manera racional. Si se necesita una oferta, es lícito comprar pero no caigamos en el juego de las grandes corporaciones que nos incitan a comprar por comprar”.